La saga Call Of Duty (por número de tÃtulos y variedad de escenarios se merece ser considerada como tal) es, actualmente dentro del panorama internacional, una de las más mediáticas. Cualquier noticia relacionada con ella genera multitud de opiniones encontradas y es cierto que la inminencia del lanzamiento de un nuevo tÃtulo provoca que el fenómeno fan alimente una vorágine de expectación encumbrando cada lanzamiento casi de obra maestra.
El problema llega cuando hay lÃos de familia y divorcios de por el medio. El equipo desarrollador se marcha, el nombre se queda y se hacen cargo otros. Y aquà solo pueden pasar dos cosas, que el equipo que se queda con el proyecto se cubra de gloria o que se cubra de otra cosa.
Para el caso que nos ocupa, Infinity Ward abandona el proyecto por desavenencias con la productora y la patata caliente le cae a Treyarch, un viejo conocido de la saga que ya habÃa desarrollado antes algún episodio (el descafeinado World At War). El objetivo, hacer olvidar Modern Warfare. Parece una tarea sencilla, pero en realidad es una empresa muy complicada.
El modo historia de MW, independientemente de que sea más o menos lineal, viene orquestado por un argumento sublime que te invita a seguir avanzando. La acción es constante y existe bastante variedad en cuanto a situaciones y enemigos a los que enfrentarse. Para acabar de redondear el producto, el online cuenta con una comunidad de seguidores muy importante a la que tendrÃan que ofrecer algo realmente bueno como para justificar la inversión y el cambio. ¿Merecerá la pena?
Pues en este caso es Si y No. O mejor dicho, No y Si. Nos explicamos. El No se refiere al espantoso hilo argumental que hace gala el jueguecito. Una teorÃa conspiratoria en mitad de la Guerra FrÃa que nos hemos hartado a ver en las pelÃculas. Y el Si hace referencia a un excelente multijugador del que hablaremos más adelante.
La TeorÃa De La Conspiración
Empezamos atado a una silla siendo interrogados por nuestros violentos actos a lo largo y ancho del mundo y a través de los recuerdos vamos desarrollando la trama. Visitaremos Cuba, Rusia, Vietnam, el Centro de Operaciones del Pentágono, una base submarina… y cruzaremos palabras con personajes de la talla del Comandante (Fidel Castro) o del mismÃsimo Presidente de los Estados Unidos (JFK).
Hasta aquà todo parece correcto, pero el gran problema es la excesiva linealidad del juego. Es un pasillo constante. Alguno pensará que es una de las grandes lacras del género y, en particular, de la propia saga; pero en este caso ya es pasarse. Todos los escenarios son un largo y estrecho pasillo con obstáculos por medio. Lo enemigos se limitan a parapetarse detrás de cada resquicio y a disparar. No ejecutan ningún tipo de táctica envolvente ni de flanqueo. Se quedan esperando a que los acertemos. Solo hay un par de momentos en que cambiaremos nuestro sistema de locomoción, iremos de artillero en un camión, pilotaremos un helicóptero de combate y dirigiremos a las tropas desde la estrecha cabina de un Blackbird. Y aún asÃ, todo seguirá siendo igual. Un pasillo donde disparar al enemigo que también se moverá en camiones en el primer caso, en helicópteros y barcazas en el segundo y poniéndose en lÃnea para detectarlos en el tercero. El caso del helicóptero en particular es flagrante. Toda la misiÃ